domingo, 28 de enero de 2018

EL IMPACTO DE LA GUERRA DE 1941 (I): Los orenses camino al exilio

José Manuel Castellano Gil
El ambiente de inestabilidad en la frontera ecuatoriana-peruana en 1941 y los constantes rumores de un eminente conflicto crearon un clima de alarma social en la provincia de El Oro. A principios de julio de 1941 las portadas de los principales periódicos daban por hecho un estado real de guerra: “Chacras, Balsalito, Guabillo, Aguas Verdes, Quebrada Seca, Carcabón y Arenillas habían sido las primeras plazas en ser ocupadas por el ejército peruano”. Y a partir de ese momento se propagaba la idea que Santa Rosa, Machala y Puerto Bolívar serían los siguientes objetivos de las fuerzas peruanas.
El continuo avance militar sobre territorio ecuatoriano, las constantes violaciones del espacio aéreo y las grandes concentraciones de tropas en la frontera con Loja anunciaban un eminente ataque peruano con la participación de fuerzas combinadas de tierra, mar y aire. Esta situación llevó al gobierno de Ecuador a denunciar en foros internacionales los actos de agresión cometidos por las fuerzas invasoras y encendió un sentimiento patriótico en muchas localidades del país, a través de enérgicas manifestaciones de rechazo y protesta social que demandaban armas para “castigar al agresor” y defender la integridad nacional.

La invasión peruana activó los resortes diplomáticos en el ámbito americano. Así el 9 julio se anunciaba la pronta formulación de una propuesta de mediación, surgida en el seno de las negociaciones mantenidas en Washington por los países conformados en mediadores del proceso (Argentina, Brasil y Estados Unidos). Sin embargo, sus resultados no obtuvieron el éxito deseado tras fracasar los distintos intentos llevados a cabo. No obstante esas conversaciones se prologaron en el tiempo, hasta que se conseguía concretar el Acuerdo de Río de Janeiro a finales de enero de 1942.
Los orenses camino al exilio
Desde la fase prebélica y, muy especialmente, a partir de las primeras incursiones peruana en suelo ecuatoriano se había iniciado un lento desplazamiento de orenses hacía otras provincias. Ese flujo se transformaría, según se incrementaban las hostilidades, en una riada constante y numerosa en los momentos previos a la toma de El Oro, hasta el punto que Machala había sido desalojada en los días precedentes a su ocupación y prácticamente quedó despoblada durante la permanencia peruana en la Ciudad.
La invasión peruana de Machala supuso la supresión de toda actividad económica agraria, urbana y una ruptura general del servicio del transporte fluvial, además, de un corte en el suministro de víveres y un cierre de los servicios de radio. La ciudad quedó completamente incomunicada. Previo a estas circunstancias una inmensa mayoría de ciudadanos habían decidido partir al exilio en distintas fases, abandonando sus casas, sus tierras y sus bienes. Varios fueron los puntos de destinos de este éxodo masivo, pero Guayaquil fue el lugar por excelencia a donde se dirigieron la inmensa mayoría de los orenses.
Machala y, por ende, la Provincia se convirtieron un verdadero botín de guerra para los invasores, que se apropiaron prácticamente de todo lo disponible de valor que encontraban a su paso y que posteriormente era trasladado al Perú.
Tras la ocupación de Machala, El Guabo, Tendales y Tenguel se reconvirtieron estratégicamente, en un primer momento, en zonas de refugio y concentración de una población que huía del horror de la guerra, para posteriormente adquirir una función simplemente de puntos intermedios de transito de los contingentes orenses que pretendían llegar fundamentalmente a Guayaquil y, en menor medida, a Cuenca o Quito.
Sin embargo, las frecuentes incursiones de la caballería peruana sobre El Guabo, donde se habían congregado numerosas familias procedentes de las ciudades de Machala y Pasaje, provocaron una evacuación progresiva y total a lo largo del mes de agosto de 1941. De modo que la absoluta falta de garantías y los abusos cometidos por las fuerzas invasoras sobre la población civil dio lugar a que El Guabo quedara completamente deshabitado, pues tanto sus originarios habitantes, así como el resto de los orenses damnificados, emprendieron la búsqueda de nuevos refugios, siguiendo el doloroso vía crucis hacia las haciendas de Tendales y Tenguel para alcanzar como último destino Guayaquil.
Desde julio de 1941 y en los meses consiguientes se producían de forma constante la llegada numerosa de orenses a Guayaquil. Un intenso tráfico interrumpido en muchas ocasiones debido a la dificultad y ausencia de transporte marítimo y por la gran avalancha de personas que se encontraban en situación de espera. Por lo general, desde Guayaquil a Tendales zarpaban distintos remolcadores y lanchas encargadas de proporcionar auxilios a los refugiados de El Oro. La situación de los refugiados en Tendales llegó a ser extremadamente crítica, ya que no contaban con medios básicos para el alojamiento como tampoco ningún tipo de auxilio, alimentos, medicamentos, se encontraban diezmados por los brotes epidémicos y las continuas amenazas del ejército y la aviación peruana. El jefe del puesto de socorro de Tendales informaba que cada día llegaba un número mayor de emigrados de El Oro y calculaba que aún faltaban por evacuar alrededor de unas 10.000 personas.
Desde Guayaquil se intentaba paliar esa grave situación, como también a Balo y Tenguel, a través del envío de convoyes para su traslado, así como la remisión de asistencia de víveres y medicinas.

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