martes, 30 de agosto de 2011

Toque de muerte a la pluralidad política

A raíz de los resultados tan abultados, en los partidos disputados por el Real Madrid y FC Barcelona en la primera jornada de Liga, se ha abierto un interesante debate nacional en el mundo futbolístico español. Una inmensa mayoría de las opiniones -a excepción de los seguidores de ambos clubes- consideran que esto no es bueno para el fútbol y califican la situación de insostenible en un futuro.


El presidente del Sevilla, ha ido más allá, y ha definido a la Liga como “la mayor porquería del mundo, una liga tercermundista en la que dos clubes sustraen el dinero de la televisión de los demás que competimos”. Pero no sólo los dirigentes critican esa bipolaridad. También deportistas de elite como Rafael Nadal ha comentado que “le encantaría que hubiera más emoción cada semana y entre más equipos” y el tenista Feliciano López se pregunta en voz alta “¿cuándo se darán cuenta de que si esto sigue así se van a cargar la Liga?”.

Desde que recuerdo, siempre he oído que en España hay tantos seleccionadores nacionales de fútbol como habitantes tiene el país. Y a nadie se le escapa, tampoco, que el fútbol, en esta áspera piel ibérica y territorios “adyacentes” y “ultraperiféricos”, centra la pasión de la vida cotidiana. Fútbol y política en esta ocasión van de la mano. Aunque desgraciadamente, la política no sea una cuestión de masas. Su interés social es secundario y el desencanto mayoritario.

Y ante esta realidad, algunos parecen muy interesados en rentabilizar esta situación y están diseñando la consagración de un sistema bipartidista de espalda a los valores democráticos. Pues, la reforma de Ley electoral aprobada en el Parlamento a principio de año -pactada por el PP y PSOE- modifica entre otras cuestiones que los partidos, federaciones o coaliciones sin representación tienen que reunir un número de firmas determinadas (0,1% de los electores inscritos en el censo de cada circunscripción ó 35.000 a nivel estatal) para poder presentarse a la cita electoral del 20-N.

Con esta reforma parece que nuestros legisladores están más preocupados en recortar libertades, al implantar un criterio que castiga la pluralidad política y el surgimiento de nuevas alternativas, al tiempo que favorece la consolidación bipartidista (PP y PSOE), en vez de introducir medidas que corrijan, garanticen y amplíen los derechos de libertades y de expresión política de la ciudadanía. Y por si la legislación no fuera suficiente obstáculo por sí mismo, la Junta Electoral ha creado un ambiente de incertidumbre que tiene en saque a los partidos minoritarios, ya que a menos de dos meses para que acabe el plazo de presentación de candidaturas, no se conoce todavía con exactitud ni cuánto tiempo van a tener los partidos sin representación para recabar dichas firmas, ni cuál será el procedimiento.

Desde luego, toda una lucha contracorriente para todos los partidos minoritarios, que además, tendrán que enfrentarse a unas elecciones -si es que consiguen superar ese campo minado- con los problemas de financiación para hacer frente a una campaña desigual, en la que el PP y PSOE desplegaran un derroche inimaginable, incontable y sospechoso. Y a nadie se le escapa, que es éste uno de los grandes problemas del actual sistema democrático: la financiación ilegal de los partidos políticos.

En definitiva, esta restricción de derechos es otro ataque más a la democracia. Muchos ciudadanos probablemente no podrán ejercer su derecho a votar libremente. Y visto el andar de la perrita, poco sorprende que no quieran someter a la voluntad popular la reforma constitucional, como tampoco nos ha de extrañar mucho que el próximo gobierno central siga el ejemplo marcado por el municipio madrileño de Guadaliz de la Sierra, gobernado por el PP, que ha modificado recientemente sus ordenanzas para impedir la celebración de asambleas populares y acampadas de protesta en la calle tras la irrupción del movimiento 15-M. Pero, claro, en este país interesa más el futbol que la política. Así nos va.

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